La permanencia
Parece que en tiempos pasados era muy frecuente ver en China a algunos ancianos en la calle dispuestos a leer el I Ching —uno de los más antiguos textos del pensamiento chino— a los transeúntes que lo desearan, con el fin de dar consejo e información. Era tal la popularidad que tenía el Libro que los símbolos y hexagramas que en él se albergan se colocaban de adorno en las casas, también muchas de sus sentencias.
Subyace en todo el I Ching la idea del cambio, de la mutación y de la transformación, que a su vez, y paradójicamente, implica permanencia. La obra sustenta que originalmente existen todas las cosas, que se van modificando y transmutando constantemente para acabar retornando a sí mismas. Este movimiento que no cesa, y que se manifiesta con la regularidad incansable con la que un día y su noche sigue a otro, constituye una representación de la eternidad y es el equilibrio fundamental que representa el ying y el yang.
En el mundo occidental la mayor parte del esfuerzo humano está encaminado a combatir, restringir o frenar el peligro que implica todo cambio. Para la mentalidad oriental, sin embargo, el cambio es parte de todo y no se puede retener el flujo. Por eso cualquier momento que se tome como punto de observación es en sí mismo resultante de toda una cadena causal que abarca hasta los detalles más mínimos del devenir anterior.
Sin pretender llegar a tanto, este es nuestro momento, nuestro punto de observación. Miramos ahora que hemos cumplido los treinta años. Contemplamos las tres décadas de trayectoria. Los treinta años de números. Rememoramos las treinta veces en las que ha sido parido cada uno, los riesgos de cada parto, los dolores y sacrificios, y los gozos y alegrías que asimismo nos han dado. Nos acordamos también de los años estériles o malogrados: el primero nació precariamente en 1981 y nos percatamos de que son 34 años de perseverancia, y treinta años pariendo. No ha sido fácil, pero aquí estamos.
Durante este tiempo, la revista se ha transformado, evidentemente, ha logrado diferentes metamorfosis. Pero ha transmutado tanto, si somos precisos, que lo único que ha conservado es el lugar de edición. En el resto de apartados, ni siquiera su denominación ha sido fiel al proyecto inicial; en realidad la revista no ha sido fiel a ningún proyecto y los ha ido modificando en cuanto ha podido. Esa continua transformación ha aportado a la publicación múltiples experiencias positivas y negativas a través de las cuales ha crecido y ha menguado como las mareas, ha conocido tiempos mejores y peores, ha sido más y menos reconocida, mejor y peor editada y recibida, ha sorteado mayores y menores obstáculos… Y ha sobrevivido, hasta ahora, ha aguantado los embates del destino; quizás debido a ese incesante movimiento. Probablemente, pero siempre será incierto.
Así, con estos mimbres y estas cicatrices, llegamos un fin de año más con un número nuevo bajo el brazo, algo cansados y abatidos —eso sí— por las luchas que en una etapa más ha habido que librar, pero agradecidos sobre todo a nuestros infatigables guerreros por su labor y entrega, por su compromiso y generosidad.
Desde esta chalupa anclada entre Tafalla y Madrid hemos enrolado al siempre azaroso equipo de redacción que se forma para cada número, con el fin de que el resultado vea la luz del papel impreso, acompañados de la resuelta mirada artística con la que año a año nos estimulan Carolina Sánchez de Boado y Concha Trapero desde el equipo de coordinación gráfico. Les agradecemos de corazón a todos los que navegan en nuestra lancha de papel por su confianza y complicidad.
Para este trigésimo aniversario, hemos vestido las páginas de la revista con los sugerentes lienzos terrosos de Cristina Cidriain, con el personal agradecimiento artístico a las mujeres que realiza Mikel Belascoain, con las piezas geométricas que forman el esmerado lenguaje visual de Natxo Arteta y con el caleidoscopio de collages irónicos que nos ha regalado Rodrigo Díaz.
En la parte literaria se ha afanado Inaxio Goldaracena con los monstruos de la razón, librepensadores que ha sabido reunir para la estimable tarea de hacernos mejores —otra vez transformarnos—; también Aitor Bergara, famélico laboral y arañador de páginas blancas, ha rescatado a sus amigos del taller literario de la universidad de Dios para salvarse de la medianía intelectual imperante; la letraherida Rocío Díaz Gómez les ha invitado a sus compañeros de Rascamán a que jueguen al rescate como niños traviesos durante un recreo; y Rubén Ballestar, junto a sus compilados, ha trabajado desde muchos ángulos el utópico objetivo de dar forma al planeta en el que les habría gustado habitar.
Todos ellos se han unido para formar parte de un número más, quién sabe si el último, de esta revista de artes y letras, cuyo título guarda alguna relación con el simbolismo del ying y el yang que implica el cambio y la transformación necesarios para alcanzar la permanencia.
El porvenir es tan irrevocable como el rígido ayer
, escribió J.L. Borges. Así que, como atrevidos funambulistas en constante equilibrio, o como humildes guerreros acosados de fatiga, como aventureros curiosos o caminantes perdidos, nos sometemos a la Ruleta de la Fortuna sabiendo que hemos arribado a puertos exóticos, a veces fecundos, y recorrido mercados de especias de diferentes zocos, a pequeños pasos, con pisadas leves que ya se han borrado del arco de la memoria, se han transformado. Ahora solo nos queda el horizonte claro y limpio por delante. Hacia él vamos. Nos entregamos encantados, ignorantes del destino, en busca del cielo.
Luces y Sombras
nº 30 • diciembre 2014
revista de artes y letras
Índice lado B
En la colaboración literaria, Rocío Díaz Gómez, mediante el texto Jugando al rescate nos presenta a María Jesús Briones Arreba, Mercedes Codesal Manzano, Javier Díaz Gil, Cinta Rosa Guil Redondo, Paloma Hidalgo Díez, David Lerma Martínez, Andrés París Muñoz e Iñaki Túrnez García
Rubén Ballestar Urbán, mediante el texto Utopías / disptopías nos presenta a Juanjo Ramírez Mascaró, Maite Ugalde, él mismo, Ana Llopis, Miquel Mars, Taize Olivveira, Carmen Valera Pérez, Blas Cabanilles, Sico Fons y Manuel M. Hervás Lino.
En la colaboración gráfica, Concha Trapero Rico, mediante el texto Geometrías nos presenta a Natxo Arteta, con las obras Life is a cycle/La vida es un ciclo II-I (en portada), Life is a cycle/La vida es un ciclo I-I (en solapa), Pakea/La paz IV, Eternity/Betikotasuna 1, Eternity/Betikotasuna 2, Ecos del Viento I, Ezer ez/Nada más y Ecos del Viento II en el interior.
Con el texto Caleidoscopio de collages nos presenta a Rodrigo Díaz, y las obras Albatros (en portada), Buscar la estela (en solapa), Lunar, Vendedores de belleza, Volver a la pintura, Amor ascético, Iván Yakovlevich y Soplando líneas – Lo que mide un rayajo en el interior.