Fuimos fuego
He aquí que el samurai llega a una encrucijada que se le antoja difícil: descartado el regreso, que él mismo desprecia por su simplicidad, tiene que decidir entre los dos caminos que quedan a su frente, los dos desconocidos, los dos igual de enigmáticos y de apetecibles. Se sienta en cuclillas, la espada a su costado, y consulta al venturoso viento, lanzando ciertas piedrecitas al aire en varias ocasiones. Fuego sobre la montaña. El oráculo le insta a mojar sus labios en el néctar de una pasión conquistada con el arrojo y las armas. Arderá como zarza en el camino, se prenderá como tea.
Con el número 24 de Luces y sombras nos hemos sentado en el mismo sitio en que sentara el samurai, con el mismo gesto perplejo y con la misma resolución en los ojos, recordando su historia, que nos sirve de ejemplo. En vez de piedrecitas, nos toca aventar las cenizas y dejar que nuestros dedos se manchen con la nube gris que levantamos, con la que enviamos un mensaje en cifra de polvo enamorado.
Para la tarea de aventar los restos, hemos recurrido a expertos conocedores del corazón humano: en su jugo ha cocinado los sentimientos más oscuros Javier Asiáin y los ha salpimentado de pimienta negra y nuez moscada; en la amargura del tiempo más acre ha recolectado Aureliano Cañadas las gavillas de la amistad y las ha fijado con cuerdas de esclavos a los hitos del camino; en su poso de manzanas ha exprimido la noche del navegante Javier García Cellino y la ha envasado en pequeños odres de pena y nostalgia; y en su picante alevosía ha rezumado la juventud para Carmen Ávila, un rabioso jugo de chiles en nogada y frijoles gordos. Nos hemos quemado la lengua, pero estamos vivos.
Cuchillos para este banquete son nuestros ilustradores, que aportan también su mirada ante la arqueología de la pasión: desde donde los tangos se aprieta la boca Liliana Fichter, para no dar gritos en lunfardo por el estilete de la añoranza; desde donde los ayes del sur abre los ojos de par en par Luis Cañadas, para captar el preciso instante en que la tristeza se adueña de la casa y la vacía.
No queda nada más que ofrecer a los dioses. El fuego se ha apagado, la montaña es apenas ya una colina que superpoblamos impíamente, y las cenizas son manchas que han emborronado estas páginas. Si acaso hemos sufrido, nunca lo ocultaremos.
Luces y Sombras
Revista literaria anual de textos inéditos y obra gráfica
• Nº 24 • diciembre 2008 •
Lado B
En la parte literaria, Aureliano Cañadas, mediante el texto Antología de mis amigos presenta a Jacqueline Brabant Olivier, Jesús Campos García, Luis Cañadas Fernández, María Teresa Cervantes, Ana Delgado Cortés, Francisco Domene , José María Herranz, David Lago González , Antonio Marín Albalate, Fulgencio Martínez López, Alfredo Piquer Garzón y a él mismo.
Javier García Cellino, con el texto Astrolabios para un encuentro presenta a Natalia Menéndez, Mónica López Bordón, Enrique Serrano Meana, Teresa Martín Suárez, J. Lauriño, Mercedes García González, Esperanza Medina, José Luis Caramés Lage y Josefa Virella Trinidad.
La obra gráfica pertenece al artista almeriense Luis Cañadas.
Edición agotada